Preguntas y respuestas 

Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services

Anno 2012

 
 

Es importante no abordar el descanso en el Espíritu simplemente como un raro fenómeno que ha surgido entre los católicos a través de la Renovación. Esta perspectiva puede sugerir que el fenómeno es intrínsecamente problemático. Una manera más prudente de abordarlo es considerando las repercusiones de una fuerte oración de fe en el poder del Espíritu Santo en todo el ser de aquellos por los que se ora. Puesto que nuestros cuerpos son una parte esencial de nosotros, puesto que nuestra sanación total tiene dimensiones espirituales, psicológicas y físicas, no deberíamos sorprendernos cuando la oración de fe produce efectos físicos visibles. Lo que no debemos hacer es intentar hacer que algo suceda por nuestros propios esfuerzos. Por esta razón, se debe evitar empujar a las personas para que caigan en el descanso. También es una equivocación ejercer una presión psicológica sobre las personas, sugiriendo que solo aquellos que caen son bendecidos.

Una respuesta completa exige la explicación de lo que sucede cuando las personas descansan (generalmente en el suelo) después de la oración. En muchos lugares donde está la Renovación, las personas hacen cola para que recen sobre ellas, queriendo recibir bendición y sanación. Cuando oran por ellas, muchas caen al suelo, pero en medio minuto se levantan y vuelven a su sitio. Esto me parece una gran pérdida de tiempo para todos y una distracción de la verdadera obra del Señor. Aquí comparto mis propias reflexiones como sacerdote-servidor. ¿Por qué digo esto? ¿Es porque pienso que descansar en el Espíritu es una distracción y una pérdida de tiempo? No, porque he visto a personas que han sido profundamente tocadas por el Señor mientras reposaban en el Espíritu.

Más bien digo esto porque la acción de caerse es un acto de rendición. Es un abandono del control propio, y puede convertirse en un signo de sometimiento al Señor. Significa dejar a un lado nuestros patrones de preocupación y ansiedad, de tratar de decidir cómo manejar nuestros problemas. Cuando hemos apaciguado nuestra mente tan agitada, y podemos verdaderamente decir: «me pongo en tus manos, Señor», entonces el Señor puede obrar en nosotros de manera profunda. Algunas personas son llevadas a episodios de sus vidas olvidados. Otras tienen experiencias profundas del Señor. Algunas simplemente no saben qué está sucediendo. La primera vez que descansé en el Espíritu la única cosa que supe después fue con certeza que ¡me había levantado demasiado deprisa!

¿Cómo sabemos si alguien está verdaderamente descansando en el Espíritu? Siempre y cuando algo obviamente «no sea del Espíritu», esta es una pregunta irrelevante. Lo que importa es que los líderes y las personas tengan su atención en el Señor, no en las experiencias ni en los fenómenos raros. Cuando los cristianos bautizados en el Espíritu se reúnen para buscar al Señor, no necesitamos hacer esta pregunta. Cuando las personas están descansando pacíficamente, las dejamos en manos del Señor. Cuando hay signos de agitación, incluso movimientos violentos de las extremidades, la razón más probable es que se estén exteriorizando heridas y daños profundos, quizá suprimidos de la memoria. Esto es bueno, no el contrario. Lo que se está manifestando no es solo el Señor y su gracia, sino el dolor profundo que el Espíritu está descubriendo para sanar. Si esto perturba la reunión, se debería llevar a la persona a otro lugar, donde la obra sanadora del Espíritu pueda seguir sin perturbaciones.

¿Por qué está este fenómeno tan extendido en nuestros días? Podemos ver la sabiduría de Dios obrando. Hoy, existen grandes cantidades de personas intensamente heridas. Cada alza en la tasa de divorcio, cada división de los hijos entre padres peleados, cada acto de abuso y explotación, cada movimiento masivo de refugiados huyendo de la violencia y el terror, hace que aumente el número de aquellos que necesitan una sanación en profundidad. Algunos aprenden a desempeñarse en la sociedad y ocultan su dolor, otros son heridos andantes, incapaces de desarrollarse plenamente. No dejar que salga su dolor puede impedir la oportunidad de sanar.

Otro factor es que hoy por hoy nuestro mundo ¡está lleno de ruido! Las personas cargan con su propia diversión: música, videos, distracciones, etc. El ruido es un mecanismo para rehuir del aislamiento, la soledad, el dolor. El alcohol y las drogas son otro mecanismo. De modo que descansar en el Espíritu se puede ver como el don de Dios de un espacio silencioso donde Él puede entrar y obrar. Desde mi punto de vista, no debería ser tratado con sospecha, pues entonces corremos el riesgo de «sofocar el Espíritu». Lo que se necesita es la prudencia y el discernimiento, no la represión. A causa de nuestras vidas ruidosas e hiperactivas, la rendición y el descanso profundo son difíciles para muchas personas. Ellas solo buscan resultados inmediatos. Quieren la versión «comida rápida». Entonces se tienden por un minuto y ahí mismo se levantan. Esta puede ser otra manera de no dejar que el Señor se encargue de nuestros problemas más profundos. El descanso es un acto supremo de confianza.

En nuestros días muchos practican la «oración de inmersión», que es realmente descansar con el Señor. Hablaremos de esto en una próxima columna.

 

 

 

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