Preguntas y respuestas
Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services
Anno 2015
El don de lenguas es uno de los muchos carismas dados por el Espíritu Santo para edificación de la Iglesia. La base bíblica para este don se encuentra en el mandato de Cristo resucitado de proclamar el Evangelio en Marcos 16, 17 y en otros dos libros del Nuevo Testamento: Hechos y 1 Corintios.
El don de lenguas ha sido objeto de muchos estudios y diversos términos se asocian a él, incluyendo glosolalia, xenoglosia y xenolalia. ¿Cuál es la diferencia entre estos términos?
La palabra «glosolalia» deriva de la frase griega glōssais lalein, que literalmente significa ‘hablar en lenguas’. En la teología cristiana, glosolalia normalmente se refiere a sonidos similares al habla dados por el Espíritu Santo para el uso en oración privada o pública.
El término «xenoglosia» procede las palabras griegas xenos ‘extranjero’ y glōssa ‘lengua’ y significa ‘hablar en una lengua extranjera’. De manera similar, xenolalia viene de xenos ‘extranjero’ y lalia ‘hablar’, y también significa “hablar en una lengua extranjera”. Estos términos se utilizan a menudo sinónimamente y se refieren a hablar o escribir en un lenguaje humano que uno no ha adquirido por medios naturales.
En el Nuevo Testamento, Pablo y Lucas sí presentan el don de lenguas de maneras diferentes. Lucas describe las lenguas como un signo de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos el día de Pentecostés, cuando «hablar de las grandezas de Dios» en diferentes lenguas y dialectos (Hch 2, 1-13). A veces se sostiene que el milagro real en Pentecostés fue el de la escucha y que las «lenguas» fueron de hecho una forma de habla extática más que una lengua identificable. Pero esto parece ser una lectura incorrecta de los Hechos de los Apóstoles, que registra un «hablar en otras lenguas» así como escuchar en la «propia lengua» de los presentes. Lucas así considera el fenómeno de Pentecostés como xenolalia, hablando en lenguas humanas reales desconocidas para los hablantes.
Lucas registra más locuciones en lenguas en Hechos 10, 46, cuando el Espíritu desciende sobre la casa gentil de Cornelio y de nuevo en 19, 6 cuando los discípulos efesios de Juan el Bautista reciben el Espíritu. En estas ocasiones no hay sugerencia de que las lenguas fueran idiomas verdaderamente reconocidos por ninguno de los escuchantes. Pero el contenido del habla en lenguas en todos los tres textos es la obra poderosa de Dios. Aunque el término «obra poderosa» se utiliza solo en Hechos 2, 11, el verbo relacionado «ensalzar» se encuentra en 10, 46 y 19,17, y sugiere que lo que decían en lenguas era la alabanza de Dios.
Pablo enumera las lenguas entre los dones del Espíritu en sus instrucciones a los corintios sobre los dones carismáticos (1 Co 12, 10; 14, 2. 5). Pablo parece tener en mente dos formas diferentes del don: lenguas como un mensaje público para la asamblea y lenguas como una forma de oración.
Las lenguas en el primer sentido es un don profético cuya comprensión exige la presencia de un intérprete (1 Co 14, 26-28). El intérprete no traduce el mensaje sino más bien es movido a transmitir su significado general. Pablo ve una variedad de funciones que se han de cumplirse por medio de este don, incluyendo la alabanza de Dios y la revelación a la congregación.
En el segundo sentido, Pablo dice que las lenguas están dirigidas a Dios no al prójimo, pues es un don de oración más que de predicación (1 Co 14, 2). Es un don para la alabanza carismática inspirada y quizá para comunicar gemidos y anhelos interiores que la persona no puede expresar con palabras (ver Rom 8, 26-27). Así se nos dice en 1 Co 14, 14-17 que este es un don de oración, de alabanza y acción de gracias. Su función primordial no es, por lo tanto, la comunicación inteligible. Una oración así implica palabras y sonidos que no pertenecen a ningún idioma existente.
Aunque el que habla en lenguas no conoce el contenido, la persona se da cuenta de que él o ella lo está diciendo. Pero hay que señalar que la persona tiene el control y puede decidir cuándo comenzar y cuándo parar, y no es arrastrado involuntariamente por el don. El valor de este tipo de oración de alabanza está precisamente en su carácter no racional, que permite al Espíritu Santo evitar la mente y mover al espíritu humano a orar como lo profundo hablándole a lo profundo (Rom 8, 26-27).
En la Renovación Carismática hoy, el segundo tipo de lenguas es mucho más común, aunque también se han registrado ejemplos del primer tipo.
Debería señalarse que la glosolalia y la xenoglosia no son una garantía de que un hablante esté siendo movido por el Espíritu Santo, ya que Satanás intenta falsear cada don del Espíritu. Pablo por tanto advierte a los corintios que disciernan cada don espiritual basándose en el criterio de la verdad (1 Co 12, 1-3) y el amor (1 Co 13, 1-3), y les recuerda que los dones tienen un valor solo en tanto que sean ejercidos en orden correcto para la edificación del cuerpo de Cristo (1 Co 14, 39-40).